Los períodos de vacaciones en muchas ocasiones, suponen horarios, actividades, comidas y compañías diferentes. Pese a esto, debemos mantener nuestras normas y límites con firmeza para poder disfrutar de armonía y disfrute familiar. Los niños necesitan de las rutinas y los hábitos para su desarrollo.
¿Por qué consideramos tan importantes lo límites y las normas en los niños?
Los niños necesitan que sus padres les pongamos límites para poder convivir y tener relaciones a nivel social, pero, al mismo tiempo, debemos hacer sentir a nuestros hijos que confiamos en que van a ser capaces de llevar a cabo la norma para que los límites sean realmente efectivos.
El niño aprende a convivir en su primer grupo social natural, su familia. El establecimiento de normas y límites en el contexto familiar, es uno de los factores de protección más significativos ya que permite reducir la probabilidad de aparición de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia. El papel de los padres en este ámbito, se centra en establecer y aplicar unas normas claras, pertinentes y razonables.
Los límites o normas, tienen que ser consensuados por ambos progenitores. Es fundamental informar de ellos, al resto de personas que convivan con el niño o cuiden de él, para que todos actuemos de la misma manera.
Poner límites nunca ha sido una tarea fácil. Para muchos papás es complicado establecerlos porque, o no saben cómo hacerlo o creen que haciéndolo se vuelven muy autoritarios. Pueden surgir sentimientos de culpa o el deseo de evitar una rabieta, algo que sin duda puede interponerse en el camino de la buena disciplina. Sin embargo, los límites son buenos y necesarios para los niños ya que, al ponerlos estamos dotando al niño de seguridad y protección.
«Para educar a un hijo, hace falta la tribu entera». Proverbio africano
Ventajas que proporciona al niño el establecimiento de normas y rutinas
-Les dan seguridad, les ayudan a sentirse más tranquilos y evitan que se pierdan en su comportamiento.
-Ayudan a regular sus ritmos de sueño y alimentación.
-Facilitan el autocontrol emocional, permitiendo expresar sus necesidades y aumentando su capacidad de frustración.
-Logran una convivencia más organizada.
Sin embargo, la ausencia de límites y normas en la familia o en la escuela puede traer consigo consecuencias negativas. Imaginaros cómo se puede sentir un niño al darse cuenta de que es él mismo, el que tiene que manejar su propio control. Asimismo, pueden sentirse inseguros, preocupados e incluso sufrir estados de ansiedad, debido a que se sienten responsables de tomar sus propias decisiones.
¿Cómo podemos nosotros, los adultos, establecer estos límites tanto en casa como en el aula?
En primer lugar, es fundamental empezar poco a poco, es decir, creando y estableciendo una tarea o límite y no todos a la vez.
Deben ser mensajes cortos y concretos. No vale con decir “pórtate bien”, sino explicar qué conductas son esas que queremos que tengan: “se habla sin gritar”, “recoge los juguetes”. Es importante explicarles también, el por qué de cada norma.
Mejor emplear frases en positivo. Los niños responden mejor a normas y límites que se expresan de forma afirmativa en lugar de negativa. En vez de decirle “no chilles”, podemos decirle “se habla en bajito”. En lugar de decirle “no se pega”, se le puede explicar que hay que tratar a los demás con cariño y respeto.
De forma firme y tranquila. Se debe elegir un momento para explicarles las normas por las que no están actuando conforme a lo que queremos. Es mejor hacerlo de forma tranquila, pero con tono serio y no negociable. Un buen truco con los más pequeños es utilizar dibujos o escribirlas, siempre involucrándoles para que entiendan la importancia de las normas.
No ceder. Este es un momento complicado, ya que implica mantenerse firme en el NO ante sus peticiones, ruegos, llantos e incluso agresiones. Si hemos establecido una norma y creemos que el niño la puede cumplir, lo mantenemos pase lo que pase. Si cedemos, le acostumbramos a creer que puede cambiar lo que no le gusta mediante agresiones y llantos. De esta manera conseguiremos crear rutinas que al niño le beneficiarán.
Dar alternativas. A pesar de que no debemos ceder, sí podemos proponer alternativas a lo que pide, e incluso negociar dentro de lo que consideremos que nos parece bien. Podemos ofrecerle opciones para que decida cómo cumplir la norma. Por ejemplo: “Es la hora de vestirse, ¿quieres elegir tú la ropa o lo hago yo?”. De esta manera se reducirá su resistencia.
Por último no olvides premiar TODAS sus conductas positivas, aunque sean pequeñas, inmediatamente después de que ocurra esa conducta. No hace falta que siempre sean los premios materiales, dedicarle una tarde entera de juegos, que elija él la cena, ir al parque, puede ser mucho más gratificante.
Sobre todo, nunca te rindas, cada logro por más pequeño que sea, te aproxima cada día a tu objetivo.
Belén López Santacruz
Raquel Martínez Lázaro