El restaurante Pájaros en la Cabeza, ejemplo de integración de personas con discapacidad intelectual.
La expresión “tener pájaros en la cabeza” generalmente, sirve para referirse a una persona inmadura o poco sensata, alguien que no piensa con sentido común y es un soñador. Sin embargo, en Fundación Down Zaragoza, creemos que quien sueña, quien no se conforma, quien está convencido de que las cosas se pueden hacer de otra manera, es alguien que conseguirá transformar la realidad. La experiencia nos lo ha demostrado y lo cierto es que todos los que conformamos nuestra fundación, familias, profesionales, personas con discapacidad intelectual, personas voluntarias, empresas, colaboradores y administración, tenemos en común el sueño y el empeño de construir un mundo más justo, más inclusivo y en el que todos encuentren su lugar.
Alberto Muñoz tiene pájaros en la cabeza. Tenía claro que quería que su nuevo restaurante fuera especial, diferente. Quería un lugar cálido y acogedor en el que la gente se sintiese cómoda, como en el salón de su casa. Apostaba por la calidad de los productos y el mimo y profesionalidad con el que debían de ser preparados. Sabía que una de las características de su negocio sería la cercanía con la que iban a tratar a cada cliente, mirándole a los ojos, sonriendo, recordando su nombre y sus gustos. Pero además de todo eso quería contar con un equipo de trabajo compuesto por personas que creyesen en su proyecto y con el que demostraría que la diversidad enriquece. Es por eso que aposto por integrar como trabajadores de su plantilla a personas con síndrome de Down.
Su experiencia profesional y personal le habían llevado ya a conocer de forma cercana a este colectivo y a saber que quería seguir apostando por él. Desde el principio creímos en su proyecto y quisimos trabajar codo con codo, contagiándonos de su ilusión y apoyándole para que lograse sus objetivos.
María Izuel trabaja en Pájaros en la cabeza desde su inicio. A lo largo de estos años, no ha perdido ni un ápice de motivación, el restaurante es su segunda casa y sus compañeros de trabajo su segunda familia. Resulta reconfortante ver la sonrisa permanentemente dibujada en su cara. Trata con cercanía y cariño a cada cliente, bromea con sus compañeros, tiene claro cuál es su trabajo y la importancia de hacerlo bien para que todo funcione. Hoy en día es una mujer que ama lo que hace y que se siente realizada. Es la prueba palpable de que el éxito de la integración laboral de las personas con discapacidad intelectual está en encontrar el lugar adecuado para cada uno para de esa manera desarrollar todo su potencial.
María Ruiz, se incorporó algo más tarde a la plantilla, pero no por ello su vinculación es menor. Es una mujer autoexigente, con gran capacidad de esfuerzo. Tiene claro su proyecto de vida y en él tiene perfectamente integrado el valor del trabajo y el desarrollo de su autonomía, para poder llegar a vivir algún día de forma independiente y desarrollar su rol como mujer adulta que contribuye y participa plenamente en nuestra sociedad. Simultanea su trabajo en el restaurante con el de auxiliar en la linea de cajas de Alcampo Utebo. Está claro que es todo un ejemplo de superación.
A lo largo de este tiempo también Iñigo Insausti formó parte de este proyecto durante algunos años. Este trabajo le permitió madurar, adquirir nuevas competencias socio laborales y hacer un montón de nuevos amigos. Con el tiempo decidió que quería explorar nuevas experiencias, tener nuevos trabajos y apostar por su proyecto de vida, aunque eso implicase salirse de su zona de confort. En el restaurante dejó su huella y todo el mundo lo recuerda con cariño.
Otras personas han podido realizar en esta empresa sus prácticas laborales. Alberto y todo su equipo han contribuido a la formación de muchos jóvenes que han podido poner en práctica en un entorno real, todo lo que iban aprendiendo en el aula.
El acto de entrega de nuestro sello fue una acto especialmente emocionante y distendido. Además de Alberto y “las Marías”, como las llamamos cariñosamente, estaban Enrique Solano, presidente de nuestra Fundación y Raúl Camarón, director gerente de INAEM, que no dudo en hacer un hueco en su apretada agenda, para compartir en primera persona toda esta experiencia. Fue muy gratificante recordar cual había sido nuestro punto de partida y ver a donde habíamos llegado gracias al esfuerzo y convencimiento de todas las partes que integramos este gran equipo. “Las Marías” volvieron a sorprendernos una vez más como lo hacen siempre. María Izuel agradeció a Enrique como representante de la fundación el hecho de que hubiese preparadores laborales que les ayudarán a conseguir y mantener un empleo y María Ruiz agradeció a Raúl Camarón que INAEM apoyase todos estos proyectos para que las personas con discapacidad intelectual consiguieran sus sueños. Prometemos que nada de esto estaba preparado y que de forma espontánea nos dieron un ejemplo a todos, de lo importante que es trabajar de forma conjunta aunando esfuerzos, cada uno aportando lo que sabe y lo que puede hacer.
Después de leer este artículo, estamos convencidos de que no seguiréis pensando que tener “pájaros en la cabeza” no es sinónimo de ser un iluso.